domingo, 13 de julio de 2008

Oliverio Girondo - Espantapájaros, 18

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Lorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


Oliverio es uno de los clásicos de la poesía nacional. Sin ser yo un erudito ni un verdadero entendido en ningún tema, comprendo que la controversia se puede percibir a través de su manera de jugar con las palabras para transmitir por debajo una idea. Es como si las palabras fueran por otro lado; pero lo que seduce es la idea.

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